Iñaki Jauregui

Hablemos de economía, pero no como hacen los libros ni los informativos, sino a partir de observar a nuestro alrededor. Hablemos de la gente.

2016-12-29

Piezas insustituibles

Siempre me ha gustado mucho Queen y en especial sus primeros discos que, curiosamente, son los menos conocidos. De hecho, el primer disco del grupo (titulado también Queen y publicado en 1972) es el que me resulta más sorprendente. Creo que es uno de los debuts más atrevidos, barrocos y pretenciosos de la historia del rock. Por poner un ejemplo, en la canción que abre el álbum, titulada Keep yourself alive, Roger Taylor se atreve con un solo de batería, cosa que los Beatles no hicieron hasta la última canción del último disco, en The end.

Desde luego, esta fue una declaración de intenciones en toda regla: "hemos llegado aquí a ser los números uno, vamos a coger el testigo de los que han sido los mejores y les vamos a superar". Y, los superaran o no, lo que está claro es que hicieron historia.

Las claves del éxito de Queen son muchas y algunas de ellas ni siquiera tienen que ver con cuestiones estrictamente musicales, pero desde luego recogieron lo que habían sembrado. Para empezar, se juntaron cuatro personas con un gran talento, diferentes entre ellos pero totalmente complementarios, y aunque Freddie era el líder, Queen era un equipo en el que cada miembro era imprescindible (es curioso el dato de que cada uno de sus miembros firmaron un número uno en las listas británicas). Brian May aportaba la calma, Roger Taylor era un rockero nato y John Deacon, desde su timidez, era un elemento cohesionador.

Además, tenían una idea clara de lo que querían y desde el principio apuntaron a lo más alto. En algunos momentos bajaron el pistón (en 1982 publican Hot Space, su peor trabajo desde mi punto de vista), pero siempre volvieron a levantarse (dos años más tarde sale The Works con hits del tamaño de I want to break free o It's a hardlife). Lo único que pudo con ellos fue la muerte de Freddie, y fijaos bien que he dicho la muerte, y no la enfermedad, porque ni siquiera el SIDA pudo pararle los pies.

¿Y a qué viene todo esto, esta columna no era de economía? Si os dais cuenta se ha hablado de ambición, creatividad, liderazgo, compañerismo, trabajo, esfuerzo... Todos ellos valores que deberían formar parte de una empresa, que no es más que un grupo de personas que trabajan juntas para alcanzar una meta común. Quizás estemos demasiado contaminados por las grandes compañías que lo dominan todo y se nos haya olvidado que más del 90% de las empresas del país son pequeñas y medianas, y en muchas de ellas no hay una clara relación de autoridad, por lo que los trabajadores mantienen relaciones dentro de un mismo nivel jerárquico. A veces perdemos de vista que cada uno es esencial, que cada trabajador aporta algo al grupo y que, en numerosas ocasiones, no es su conocimiento técnico, sino que es en lo intangible en donde reside su valor. La capacidad de adaptarse a nuevas situaciones, la sensibilidad ante los problemas de los demás, la implicación, el espíritu crítico, el optimismo, la tolerancia ante la frustración. Todas estas cualidades son las que hacen que una persona se convierta en alguien esencial dentro de un equipo de trabajo y más, en un momento como en el actual en el que la formación académica y los conocimientos técnicos se dan por supuestos.

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