Inma Sayas

2021-05-02

Palabras

Empiezo a sentir que me van sobrando las palabras. Palabras dichas en voz alta y en voz baja, palabras escritas, palabras inútiles e incluso palabras útiles, palabras que me llenan de tristeza y otras que me dan esperanza. Me va gustando cada vez más el silencio, escuchar mi silencio y procurar que no resuenen dentro de mí muchas palabras que he ido oyendo a lo largo de mi vida. Digo esto y la realidad es que a mí me gustan las palabras. Su origen, su significado, su poder, pero estoy en una edad en la que huyo de los discursos. Me parece un acierto saber decir mucho con pocas palabras, pero se dicen tantas palabras que a veces eres incapaz de sintetizarlo y al final te preguntas ¿pero qué ha dicho? Lo mismo me pasa con algunas reuniones a las que asisto, me suelo quedar muda. Por eso empiezo a escaquearme. Se habla tanto…¿Es que nos da miedo el silencio?

Coges el periódico y ya no te apetece leerlo porque cada día las palabras te arrastran a la tristeza, al desasosiego, al enfado, a la impotencia… siempre es lo mismo o parecido. De tanto oír y leer empiezas a saturarte de ideas que se repiten. Porque además con las palabras podemos mentir y disfrazar la realidad. Y tanta gente opinando sobre todo, sabiendo y sin saber. Cada vez oigo menos la radio y veo menos la televisión. Voy a lo fundamental, me sobran los excesos verbales. Es por eso que a veces vivo un poco desconectada de la vida real, pero pienso que la realidad es tan oscura y que como yo no puedo hacer nada para cambiarla pues lo dejo estar.

Hoy he leído una entrevista que le hizo una niña de un colegio a David Beriain. Me ha parecido muy hermosa, pero ahora la he escuchado en el móvil y me ha parecido tan bonita…Con qué cariño le ha ido contestando y explicando a la pequeña a las preguntas. Qué cariño les puso a esas palabras. Me ha emocionado cómo le habla del miedo, de la guerra, de los niños que él ha visto por el mundo…Esas palabras sí me han tocado el alma. Esas sí. No como las que estamos condenados a escuchar cada día a tanto mercachifle que no busca nada más que confundir. No es lo mismo leer una entrevista que oírla. Importa el tono de voz, la cadencia, el cariño que se pone en lo dicho con voz, eso no lo transmite la letra escrita, eso solo lo transmite la voz de la persona y esa persona ya no está. Qué pena.

No obstante, a pesar de tanta palabra inútil cuando no, dañina, diré que si no existieran las palabras no tendríamos libros y no podríamos disfrutar ni pasar tantos buenos ratos leyendo. No sé qué sería de mi vida si a lo largo de toda ella no hubieran estado presentes los libros. Me han acompañado, consolado, emocionado, distraído en momentos oscuros, enseñado, divertido…No puedo imaginar mi vida sin ellos. Es que para mí esas palabras han sido curativas. Estás tú sola con ellas, sin ruido. Deseas poder coger ese rato libre para seguir leyendo. Muchas veces me he preguntado por qué me gusta tanto leer y he llegado a la conclusión de que lo único que me separa de la vida real, de la insoportable realidad que a veces nos toca vivir, es un libro. Cierto es que hay muchos libros prescindibles y que una vez leídos los dejas en la estantería un poco en la parte de atrás porque te han aportado poco, pero no deja de ser importante que una persona se puso a ello y consiguió construir una historia y seguro que ha hecho pasar un buen rato a alguien. Respeto mucho la tarea del que inventa una historia porque yo no lo sé hacer, pero tengo mi criterio para distinguir si una historia merece ser contada o no. Tengo que agradecer a mis padres y a mis hermanos que desde muy pequeña en mi casa no hayan faltado nunca los libros. Yo he hecho lo mismo con mis hijos y ahora con mis nietas.

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