Dani Askunze

Dani Askunze

2015-09-28

La ilusión contra la realidad

Las distintas filias identitarias de las izquierdas de este país, con un importante sectarismo de por medio, han marcado durante décadas escisiones, polémicas, acusaciones cruzadas y debates enquistados. La tan cacareada unidad de la izquierda ha sido pues, imposible.

Ese tótem que es la identidad, constituye una representación visible que cataliza cuestiones más profundas que los simples sentimientos nacionales. La identidad aparece a nivel individual y colectivo como la parte más visceral de lo que no es más que la adhesión a una nación, la cual no puede imaginarse sin una base real. Ahora bien, el proyecto político que subyace a cada relato nacional es la cristalización de intereses muy concretos, concretamente de clase, ya sea de una manera explícita o no.

Que existen diferentes identidades nacionales queda claro pero, volvamos a lo que llevan consigo. Aquellas diferencias irreconciliables de la izquierda en lo identitario eran una cuestión fundamentalmente de proyecto: especialmente dónde y quiénes, pero también cómo y qué proyecto político llevar adelante. Y es aquí donde se cierra el círculo. Donde las anteriores divergencias son ahora punto de unión. Resulta que lo que une ahora a las izquierdas es precisamente tratar de reanimar al cadáver de la soberanía nacional frente al capital financiero, quedando en un segundo plano en qué marco se lleve a cabo. ¡Quién lo habría dicho!

En este sentido, suenan voces favorables a una hipotética confluencia de esas izquierdas de cara a un más que improbable e indefinido proceso constituyente, donde se incluiría el derecho de autodeterminación. No es necesario trivializar para que la cosa parezca de chiste. En estos términos y visto lo visto, para gestionar un cascarón vacío, poco importa que éste se llame Euskal Herria, España o Grecia. En el eje nacional, el trasfondo ideológico no deja de ser peligroso también: la creencia al parecer no superada de que España puede ser reformable. Una palabra basta para definir esta vía parlamentaria a la nada, con un mayor o menor grado de radicalismo verbal: voluntarismo, puro y duro.

Pero, ¿qué quieren decir las diferentes familias de la izquierda, en este mix de nacionalismo y socialdemocracia demasiado viejo para parecer nuevo, cuando hablan de “recuperar la soberanía”? Soberanía nacional, Estado-Nación, mercado nacional… Fueron tanto producto como condición de la fase ascendente del capitalismo. Hoy, la condición para que el capital siga su proceso, es precisamente la superación de esos marcos, agotados por la propia dinámica de la economía. Si hay alguna manera de hacer frente a lo que se nos viene encima, lo será pues en clave post-soberanista.

Ya no valen las buenas intenciones como excusa para defender lo indefendible. Los empujones que se dieron Iglesias, Laras y Juaristis por salir en la foto griega, contrastan con el vergonzante silencio, cuando no justificación, frente al triste desenlace, previsible y casi anunciado. Decíamos hace meses que se trataba más de correlación de fuerzas que de tener razón. Hoy ya podemos hablar en pasado de ejemplos prácticos. Va siendo hora de dejar de sorprenderse de que el resultado nunca cambie, si siempre hacemos lo mismo. Pero, ¿qué importa la realidad cuando se reivindica la ilusión?

Diseño y desarrollo Tantatic