Victor Moreno

Victor Moreno

Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.

2021-11-04

ETA no ha desaparecido

Dice un juez de la Audiencia Nacional llamado José Perals que “ETA no ha desaparecido, solo ha dejado de cometer crímenes”.

Una frase un tanto ininteligible, toda vez que la opinión mayoritaria de los jueces, es que ETA nació para matar y solo para matar y que tuvo cédula de existencia cuando mataba y solo mataba. Por tanto, y aplicando una lógica derivada del sentido común, cabría concluir que ETA, ahora que ya no mata, ha dejado de existir, RIP, y por tanto ha desaparecido. Pensar lo contrario y decirlo en un juicio para justificar la condena de militantes abertzales no es que sea muy riguroso conceptualmente hablando; menos lo es desde un punto de vista jurídico.

En fin, como quiera que en este país si hay algo más inútil que discutir o llevarle la contraria a un juez, lo mejor será decir, que sí, que “así será si, usted, lo dice señor juez”.

Y añadir tan solo que, si aplicamos su lógica a lo que sucede, podría decirse que, cuando él o uno de sus homólogos acusa a un individuo por ciscarse en el aleteo del Espíritu Santo, eso será porque la Santa Inquisición no se ha ido, sino que aún existe, poniéndose en evidencia cada vez que un juez enjuicia actos de habla contra la religión, la fe, el sentimiento religioso de los creyentes, y los condena con meses de cárcel o multas tremebundas.

Sin embargo, nadie, que no esté tocado de la duramadre, dirá que la santa Inquisición existe a pesar de que el comportamiento de ciertos jueces sea lo más parecido a los antiguos inquisidores. Y lo mismo que digo de la Inquisición podría decir del franquismo. Hasta lo preguntaré: ¿Puede decirse que “el franquismo no ha desaparecido, solo ha dejado de cometer crímenes”?

Bueno, si la palabra crímenes resulta un tanto excesiva, sustiyámosla por calamidades, arbitrariedades, parcialidades, ilegalidades y sentencias incomprensibles que no hay por dónde cogerlas excepto por el lado de atropello y de la iniquidad, características habituales de muchas sentencias dictadas por el franquismo.

De hecho, no hace mucho una denominada Asociación de Abogados Cristianos presentó un recurso contra la exposición de una bandera Arco-Iris, símbolo del colectivo LGTBI en el balcón del Ayuntamiento de Zaragoza. El juez le dio la razón, pues, según el magistrado, “el ayuntamiento se debía a la neutralidad que deben mantener las administraciones y poderes públicos ante hecho de esta naturaleza”. Pero resulta que en el año 2010, este mismo juez desestimó un recurso de MHUEL -Movimiento Hacia un Estado Laico-, contra la presencia del crucifijo del alcalde Belloch presidiendo los plenos del ayuntamiento. Ante lo cual, nos preguntaríamos: ¿un nuevo Inquisidor que debería ser apartado de la judicatura por su manifiesta arbitrariedad? Yo diría que no, pero sí un franquista de tomo y lomo, valga la redundancia.

Sinceramente. No dispongo de un artilugio para medir la presencia o ausencia de ETA en esta sociedad, pero, si nos fijamos en los crímenes que comete actualmente, está claro que ha dejado de existir. Por contrario, no cabe decir lo mismo con cantidad de actuaciones de los jueces que, sin menoscabo a la verdad, pueden calificarse de franquistas en grado sumo, demostrándose que el franquismo sigue ahí, no agazapado, sino brillando con su luz propia calamitosa. Cada día que pasa, la ciudadanía contempla sentencias judiciales que despiden una ideología franquista, ajena a principios estrictamente jurídicos.

Y no parece que, por los últimos acontecimientos sucedidos en Judicatura, este ambiente detrítico franquista vaya a cambiar. Lo preguntaré sin rodeos: ¿Cómo es posible que la mayoría parlamentaria de este país permita el nombramiento para el Tribunal Constitucional a la jueza Concha Espejel, recusada y apartada de los juicios de Gürtel por su relación con el PP? ¿Y al juez Enrique Arnaldo, con conexiones con FAES, cuyo nombre aparecía en grabaciones prometiendo al chorizo Ignacio González realizar gestiones para que no lo investigasen?

Y, bueno, que el PP haya afirmado que "hoy hay esperanza", porque "se han despolitizado los órganos judiciales", es la muestra más clara de la metedura de pata del PSOE y sus compañeros de viaje, Unidas Podemos e Izquierda Unida permitiéndolo.

Que sean los políticos del PP quienes se alegren al considerar que los órganos judiciales se han despolitizado, metiendo en ellos a dos conspicuos franquistas, raya en el esperpento. ¿Cabe mayor dosis de cinismo?

Si los políticos, tanto de derechas como de izquierdas, desean despolitizar los órganos judiciales lo tienen muy claro: inhíbanse por completo de su nombramiento. Y no se dediquen a cultivar el gatopardismo: cambiar para seguir igual.

Y no piensen por ello que los jueces se vayan a descabezar políticamente por voluntad propia. Nunca lo harán. Además, tampoco es para alarmarse. Pues no es ese su defecto mayor. El peor es creerse por encima del resto de los poderes ejecutivo y legislativo y, sobre todo del poder civil y de la soberanía popular. Ese es el nudo gordiano del asunto y al que nadie se atreve a cortar de cuajo: limitar su poder.

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