Pablo Idoate

Pablo Idoate

“Hablaremos de ese vicio saludable que no entiende de sexo ni edad. Ése que traspasa fronteras más allá de cultura y religión. Crea amistades, levanta pasiones y, además, es gratis. Consumiremos deporte. Dosis sin límites.”

2015-10-15

El docente de la cancha

Son las siete de la tarde cuando, pongamos Javier, acaba de salir exhausto del trabajo. Ocho horas en la fábrica pasan factura a cualquiera y lo que más desea es tumbarse en su sofá y no pensar en nada. A lo sumo sería capaz de aceptar una cerveza en cuadrilla o una película con su novia. Sin embargo Javier llega a casa, se cambia de ropa y se pone su chándal. Coge la carpeta, el silbato y el crono y cierra la puerta sin llave. Lleva prisa. Como cada lunes, tiene una cita importante. Doce canijos de 7 años le esperan ansiosos. Javier, además de operario, amigo, hijo y novio, es entrenador.

Quizás el Javier que vosotros conocéis no se llame Javier. Quizás en lugar de operario sea informático, esté en el paro o todavía estudiando. Puede que no tenga novia o que no le guste la cerveza. Pero seguro que comparte una pasión. La pasión por educar en torno a un balón, una raqueta, un tartán o unos patines. Y no puede haber otra cosa sino pasión para dedicar las horas más valiosas a que un grupo de niños crezca. Y crecer no es sólo aprender a botar un balón con las manos o a mantenerse en pie sobre unos patines. Crecer es superarse ante las dificultades, trabajar y cooperar en equipo, aprender a respetar y a compartir, a saber ganar y saber perder. Es motivar, animar, alentar. Levantar los ánimos después de una derrota o saborear las consecuencias del esfuerzo después de una victoria.

En efecto, todo esto y mucho más entra dentro del día a día de un formador. Por desgracia nuestra sociedad nunca valorará lo suficiente el trabajo desinteresado y altruista que los entrenadores de deporte base y aficionado hacen por la juventud. Realmente ellos no lo necesitan. No hay reconocimiento, mención ni salario capaz de superar esa sonrisa que reciben en cada entrenamiento mezcla de gratitud y admiración por el trabajo bien hecho.

Cuando se habla de educación la conversación suele limitarse a dos campos: la escuela y el hogar. El docente de la cancha está ahí, al mismo nivel que el de la tiza. Y su influencia puede llegar a ser incluso mayor en la formación humana del alumno. Puede llegar donde otros no llegan, por lo que su papel es clave. Valorémosle como se merece.

Valga este pequeño texto para rendir un humilde homenaje a todos aquellos que, como Javier, han hecho o hacen posible que se pueda crecer como persona a la vez que se aprende a nadar, a patinar, a jugar... En definitiva, a caminar.

Diseño y desarrollo Tantatic