Victor Moreno

Victor Moreno

Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.

2021-02-06

Ejercer/delegar la ciudadanía

Suele decirse que no podemos delegar nuestra ciudadanía en los poderes del Estado, porque este nos la ha de jugar siempre. Por el contrario, nos aconsejan ejercerla sin ataduras, sea como sea. Un principio que recuerda al tiempo de las barricadas, cuando se recomendaba luchar por una democracia presentativa en lugar de hacerlo por una democracia representativa.
Muy bonito todo ello, pero ¿cómo se hace esto en tiempos de pandemia? Sinceramente: no tengo la más remota idea. Y ya me gustaría que alguien lo supiera y nos lo contara.
Como yo no tengo la respuesta, así que me limitaré a preguntar. Delegar la ciudadanía en manos del Estado, ¿es dejación que atenta contra los derechos individuales? Y, al revés, si lo que se llama ejercer la ciudadanía, ¿no se convierte, a veces, en una mayúscula manifestación de imbecilidad?
Por ejemplo, cuando una muchedumbre se cita en distintos lugares a beber o a bailar, ¿ejerce su ciudadanía o simplemente solo demuestra que sus protagonistas son unos capullos integrales.
Hemos comprobado que, cuando el Gobierno central ha dictado medidas para afrontar las consecuencias de la covid-19, la ciudadanía ha adoptado dos tipos de conducta. Una, la que se considera un ejercicio pleno de ciudadanía y hace lo que le dicta su particular concepto de la libertad, que empieza y termina en uno mismo, sin tener en cuenta la libertad de los demás; y la otra, la que renuncia a ejercer su ciudadanía y delega en el Estado, no solo su seguridad, sino que deja regular su tiempo de ocio por toques de queda y estados de alarma que, sin duda, son un asco y propio de rebaños.
Sumarse a un coro de voces pertenecientes a casi todos los ámbitos políticos y laborales, sociales y económicos para protestar contra las medidas tomadas por el Estado, porque “se han mostrado ineficaces contra el virus”, ¿es una manera de ejercer la ciudadanía? Seguro que sí, pero cabría plantear si muchas de estas personas que protestan contra el Gobierno, ¿habrían salido a la calle si este no hubiese tomado las medidas que tanto critican?
¿Ejerzo mi ciudadanía si decido no pisar un bar, una cafetería, un restaurante aun sabiendo que la hostelería se irá a pique caso de que haya millones de personas que hagan lo mismo? O, por el contrario, ¿ejerzo mi ciudadanía yendo todos los días a chiquitear, a potear con mis amigos sabiendo que me pongo en riesgo de pillarme un contagio como la copa de un pino y de infectar a mis familiares cuando regrese a casa con mis asquerosos aerosoles?
¿Quién de los dos ciudadanos se comporta como un ciudadano ejemplar, el que actúa por voluntad propia al margen los dictados del Estado o el que sigue estos al pie de la letra?
¿Quiénes han llevado a la sociedad española a tener ese nivel de contagiados y de muertos por el coronavirus, si los que ejercen su ciudadanía por vía libre o los que han delegado en el correspondiente Gobierno lo que se debe hacer, dando primacía a la salud individual y colectiva, en detrimento de la economía que habrá tiempo de revitalizar?
Seguro que la respuesta variará en función de los intereses particulares, económicos e ideológicos, también políticos que uno tenga y si no que se lo digan a Díaz Ayuso o a Maya o a los hosteleros machacados.
No creo que un ejercicio de la ciudadanía al margen del orden establecido nos librará de contagiarnos e, incluso, de morir por causa del covid. Lo mismo cabría decir de una ciudadanía cuya razón de ser es seguir los dictados de un gobierno, delegando en este su salvación, siguiendo a rajatabla sus disposiciones.
Está claro que al covid-19 le importan nada estas consideraciones.
Lo que ocurre hoy es una desmesura y no porque nos hayamos vueltos locos de atar; tampoco es que abunde el sentido común. El asunto sigue siendo el mismo de siempre: hay que sobrevivir; seamos del club de los que ejercen su ciudadanía o la delegan.
Decía Darwin que sobreviven quienes mejor se adaptan al medio; no los más inteligentes. Una pena que sea así. A fin de cuentas, en tiempos de pandemia: ¿quiénes son los que mejor se adaptan, los que dicen ejercer su ciudadanía contra viento y marea o quienes la delegan en el Estado? Me da que ni unos, ni otros, sino los más pícaros que hay entre ellos, es decir, aquellos que utilizan la inteligencia, no para hacer lo más justo y honrado, sino lo que a ellos única y exclusivamente les conviene.

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