Pablo Idoate

Pablo Idoate

“Hablaremos de ese vicio saludable que no entiende de sexo ni edad. Ése que traspasa fronteras más allá de cultura y religión. Crea amistades, levanta pasiones y, además, es gratis. Consumiremos deporte. Dosis sin límites.”

2015-06-04

Dónde está el límite

No sentaré cátedra si hablo de los beneficios que tiene el deporte para la salud física y mental del ser humano. Es evidente. Ahora bien, muchos piensan que si un poco de ejercicio es bueno, más será mejor. Otros, en cambio, defendemos la teoría de que si el ejercicio fuera un fármaco sería el mayor invento de la historia pero, como todo medicamento, tiene una dosificación adecuada y más cantidad puede llegar a ser perjudicial para la salud. En el mejor de los casos, se ha demostrado estadísticamente que un exceso de ejercicio reduce la esperanza de vida y aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, y en el peor de los casos, muerte súbita.

Todo esto me recuerda uno de los principios de entrenamiento que, traducido literalmente de su lengua de origen, el inglés como no podía ser de otra manera, sería “dosis mínima efectiva”. Tratando de asemejarlo con el mundo de la economía, con este concepto se pretende dar a entender que todo profesional debería buscar sistemas de entrenamiento eficientes, no sólo efectivos, puesto que lo primero siempre acaba llevando a lo segundo. Me explico. Ser efectivo es conseguir un objetivo. Ser eficiente significa conseguir ese objetivo con el menor número de recursos posibles. Un entrenamiento eficiente es aquel que nos aporta el mayor retorno (resultado) por unidad de tiempo y esfuerzo invertido.

Un entrenamiento inteligente, bien programado, que sea eficiente con las condiciones de cada uno, puede conseguir en la mitad de tiempo los mismos resultados, y con la mitad de estrés para el organismo que otro entrenamiento que, aun siendo efectivo, no es eficiente. Mientras el primer entrenamiento requeriría, por ejemplo, 3 horas semanales para mantener los resultados, el segundo posiblemente requiera entre 6 y 10 horas. Cuando el primero de los casos será relativamente sencillo de mantener como rutina en el tiempo durante años, difícilmente podremos hacerlo con el segundo. Todo esto guarda relación directa con la idea cada vez más generalizada de que ciertos comportamientos espartanos donde se considera que más dolor, esfuerzo, tiempo y sufrimiento es mejor. La realidad es que la ciencia advierte sobre estos comportamientos que muy posiblemente con el tiempo, además de perder todos los resultados obtenidos, también acabará pasando factura a nuestra salud.

Probablemente el maratón es la prueba que más se examina por parte de los investigadores cuando se trata de establecer hasta qué punto el exceso de actividad física resulta perjudicial a largo plazo. Muchos se sienten orgullos de terminar un maratón pero pocos recuerdan que el origen de esta prueba se remonta más de 2500 años cuando Feidípides, un corredor griego, corrió 42 Km desde Maratón a Atenas para decir que habían ganado y acto seguido murió. Éste es posiblemente el primer caso conocido de muerte súbita en el deporte. Pues bien, a día de hoy hemos llegado a un punto donde las pruebas son cada vez más duras y la gente se siente orgullosa de ello. Nadie piensa en las consecuencias que puede tener en un futuro.

Seguramente quien me conozca y sepa que ya acumulo más de una maratón en mi haber me estará tachando cuanto menos de hipócrita al leer estas líneas. Digamos que me siento como el fumador que sabe que fumar provoca cáncer y otras muchas enfermedades cardiovasculares, pero sigue fumando. Es así, lo reconozco. Un vicio es un vicio y es bueno ser consciente de que uno lo padece. La clave, al menos para mí, está en buscar el equilibrio entre la superación personal y el cuidado de la salud porque, como me suele decir mi padre, “sólo tienes dos rodillas y son para toda la vida”.

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