Inma Sayas

2021-01-08

Días extraños

Estamos viviendo días extraños. Todo es raro. Es como vivir en una realidad virtual. Cada día es nuevo y solo puedes planificar el momento porque no sabes qué va a ocurrir mañana. Todo parece normal, hay coches, sales a hacer la compra, por la calle hay gente, ves la tele, lees, das un buen paseo, pero nada es normal. Vamos con mascarilla, no nos atrevemos a entrar donde vemos gente, tomas algo en una terraza con frío y mirando cuánta gente hay o no tomas nada y te vas, no estamos con nuestras familias con tranquilidad sino que nos vemos por la calle, no nos abrazamos ni nos damos un beso. No hay alegría, al menos no la hay en las personas que ya tenemos una edad. Nada es normal.

Para más INRI estamos en Navidad y el desconcierto es mayor. ¿Qué hacemos? Yo al menos me muevo en la duda de si juntarme con mis hijos y nietas, seis en total, o quedarme sola en mi casa. La duda, siempre la duda. Cada día para mí la noticia más esperada es saber cuántos casos hay de nuevos contagios. Esta incertidumbre que llevamos arrastrando desde hace tantos meses me tiene comida la moral.

¿No habremos vivido muchos años con una falsa alegría? ¿Acaso la realidad virtual era aquélla y esto es la pura realidad? Esto se me está haciendo muy largo, muy duro y muy triste. A veces tengo la sensación de ser una marioneta movida por cuerdas invisibles y me viene a la memoria El show de Truman. Me parece estar viviendo algo similar, algo así como una “realidad inventada”. Y sin embargo y a pesar de todo me quito el sombrero por todas esas personas que trabajan día tras día para curarnos, para traernos productos que podemos comprar, que nos atienden en cualquier comercio, que cuidan los campos y los animales para que podamos comer. No nos falta de nada y nos falta la alegría de vivir. No nos podemos quejar porque la mayoría no estamos enfermos, pero el miedo se nos ha colado en el alma y hemos cortado el cordón umbilical con las relaciones que teníamos, con amigos, familiares, grupos… y lo peor es que nos vamos acostumbrando.

A las personas que pasamos de los setenta se nos están robando años de vida. Podemos hacer pocas cosas fuera de casa y son años en los que no puedes apostar a dejarlo para “cuando todo esto pase” porque el miedo ya lo llevamos dentro y va a ser difícil sacarlo. Es triste, pero estamos perdiendo ilusiones. Yo estoy desmotivada. Cuando los conocidos me preguntan qué tal estoy, contesto que bien, pero la palabra que en realidad me viene a la cabeza es: desmotivada. Tengo la sensación de haber envejecido de repente en poco tiempo.

Pues nada amigos, que tendremos que vivir así, mientras no sea peor nos daremos por satisfechos, pero tenemos todos tantas ganas de salir de los cuarteles de invierno que cualquier noticia buena por pequeña que sea la recibiremos con una prudente alegría.

URTE BERRI ON.

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