Victor Moreno

Victor Moreno

Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.

2023-03-24

Día del Padre

La polémica surgió por donde menos lo esperabas. Y no porque no estuviéramos avisados de lo que podía pasar. En 2010, se pedía que la festividad del Día del Padre “debería adaptarse a las nuevas formas de familia”. El aviso pasó sin pena ni gloria y ha pasado lo que pasa cuando, quienes andan faltos de empatía, de sensibilidad y respeto a lo diferente, ponen el grito en el techo de la intolerancia contra quienes sí han decidido adaptarse a estos nuevos estatus familiares y, en lugar de llamar dicha festividad Día del Padre, la han calificado como Día de la Persona Especial, para no herir la “sensibilidad de los distintos papás que puede haber en las casas”. 

Y ya se sabe que, quienes están al acecho y en contra de la diversidad de parejas existentes en la actualidad, no pierden una coma, en este caso una frase, para arremeter contra lo que ellos consideran dogma inconmovible con relación al matrimonio sacramentado y canónico.

Pues eso ha sido lo que ha traído la propuesta hecha en una escuela de Jerez en este marzo de 2023. A la maestra que tuvo la ocurrencia de llamar “Persona Especial al papá diferente”, Bertín Osborne, tan respetuoso como siempre, en lugar de mostrar su desacuerdo con tal propuesta y criticarla de forma respetuosa, no ha perdido el tiempo y se ha dedicado a descalificar a la maestra, no solo cuestionando su profesionalidad, sino pidiendo “a los padres de dicha escuela que saquen a sus hijos de ella” y, preguntándose, finalmente: “De qué manicomio no se habrá escapado esta maestra y qué cosas no enseñará a los niños de la citada escuela”. 

Paradójicamente, Osborne olvida que José, el santo que da nombre a la festividad, no era padre de nadie, según los evangelios. En realidad, fue, también, un adelantado Padre Especial. En los evangelios tuvo la consideración de Padre Putativo del niño Jesús. Putativo, del verbo puto, as, are, considerar. De ahí imputar, disputar, reputar, computar… José fue un tipo complejo, más que especial, muy especial, según lo describía Gustavo Martín Garzo en su perturbadora novela El lenguaje de las fuentes, que seguro que Osborne no ha leído.

En cuanto a la celebración en sí, nada que objetar. Siempre y cuando se limite al espacio familiar. Por el contrario, cualquier festividad, laica o religiosa, añadida con fórceps al currículo escolar, entiendo que sobra. Es un quiste tan inoportuno como innecesario.

Si se ha conseguido expulsar del aula algunas celebraciones religiosas que no encajaban en un sistema educativo aconfesional, bien estará que no las sustituyamos ahora por celebraciones más o menos laicas, como el día del Padre, día de la Madre, día del Árbol, día de la Tierra, día Mundial del Agua, de la Rana Bermeja, de la Discriminación Racial y de los días dedicados a recordar que son el Día D contra las enfermedades X.

Al hacerlo, caeríamos en la misma torpeza ideológica en que nos anegó el franquismo, cuando saturó el calendario escolar con festividades religiosas y laicas con nombres de santos, vírgenes, fascistas, golpistas, héroes militares y batallas que solo intentaban fortalecer un sistema político dictatorial.

Es higiénico que la escuela se mantenga alejada de cualquier actividad que no tenga que ver con la formación y desarrollo del conocimiento científico, creativo y crítico del alumnado. La escuela no sirve para todo, ni su espacio ni su tiempo están para llenarlos con cualquier tipo de actividad. Su cometido no es, desde luego, solucionar los problemas o celebraciones emocionales, sentimentales, religiosas y laicas que una y otra vez surgen en la sociedad. La mayoría de ellas tienen que ver sólo con el mundo de las personas adultas y sus problemas. 

Miedo dan algunos cuando, al advertir que en la sociedad actual la salud mental y el suicidio se han convertido “en acuciante problema de todos”, proponen introducir ambas temáticas en el currículum. Seguro que el profesorado agradece que se le considere tan importante, pero no. Su función es otra y no es precisamente la de confesor o confidente, psiquiatra, enfermero, médico, compañero, amigo… y maestro. 

Que las familias actuales estén como estén estructuradas y quieran celebrar el día del Padre o de la Persona Especial que decía la maestra de Jerez, nadie debería impedirles hacerlo, cómo y en donde quieran. Pero no en la escuela, como tampoco lo hacen en los cumpleaños de cada miembro de la familia: papá, mamá, hermanitos, abuelos. Se celebran, en casa y punto. 

Busquemos la formación científica de la persona en cada una de las etapas educativas y asignaturas programadas. Seguro que lo demás, incluido el respeto, la solidaridad, el compañerismo, el esfuerzo, la responsabilidad, la reflexión y el conocimiento, se nos dará por añadidura. No hay ninguna asignatura que no contemple el desarrollo de tales valores en su correspondiente aprendizaje. Antes lo llamaban el currículum oculto del aprendizaje. Y parece que todavía sigue oculto.

Todo, menos meter de matute en el aula actividades que solo responden a intereses de una sociedad que, en la mayoría de los casos, no tiene en cuenta la escuela más que para utilizarla en beneficio de quienes ordenan y mandan en ella. 

Los niños y las niñas merecen más respeto.

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