Dani Askunze

Dani Askunze

2016-01-11

Catalunya, oportunistas y oportunidades

Tiene gracia haber oído hace no tanto que se había pasado en tiempo récord de la “vasquitis” de los indepes catalanes a la “catalanitis” de los vascos. Con la retahíla de insultos y reproches desleales a nuestros pretendidos compañeros de las últimas semanas desde el anonimato de la red, o peor, a cara descubierta por parte de sesudos editorialistas e intelectuales, ya no sé qué pensar.

Cuando hablo de deslealtad, hablo de sumarse a la campaña de presión política y mediática de la burguesía nacionalista, al estilo más mamporrero. Dime con quién te alineas y te diré quién eres. Por cierto, ¿ahora qué? Porque si hoy estamos aquí, no es gracias ni a su inestimable ayuda ni a la de sus equivalentes catalanes. De lo contradictorio de la situación actual, a priori de debilidad, quedémonos no con el oportunismo, sino con las oportunidades que se abren, las cuáles no se materializarán ellas solas. Porque hace bastante que dejamos de creer en los milagros.

Más allá de posibles coyunturas a corto plazo, hay un debate de fondo, cerrado en falso con aquello de que primero había que hacer la casa entre todos, y luego ya veríamos cómo serían las habitaciones. Nada más lejos de la realidad: difícil construir una casa con quien sólo pretende renegociar el alquiler, por mucho que intente hacernos creer lo contrario. De todas maneras, ¿se puede separar la construcción del resultado final? Tal vez sea una cuestión de cimientos, que no son algo que pueda dejarse eternamente para después. A no ser que hablemos de casas en el aire, claro. Cimientos, raíces. Son los que tienen que seguir ahí para después poder levantarse. Pase lo que pase.

Mirar a nuestro alrededor para intentar enterarnos de algo, también implica mirar al pasado. En este año que comienza, se cumplirá el centenario de la Insurrección de Pascua en Irlanda, y de su drama podemos extraer también valiosas enseñanzas. A uno de sus líderes, James Connolly, que no por casualidad además era sindicalista revolucionario, tuvieron que atarlo a una silla para fusilarlo, ya que sus heridas no le permitían aguantar en pie. Mientras, los burgueses de Comunión Nacionalista Vasca, apoyaban a los verdugos alineándose con el Imperio; esta vez, el británico.

Hubo otro irlandés, Wolfe Tone, que muchos años antes ya lo había dejado suficientemente claro: “Debemos lograr la independencia por encima de todos los riesgos. Si los propietarios no nos ayudan, deben caer; nosotros nos liberaremos con la ayuda de la mayor y más respetable clase de la comunidad: los no propietarios”. De tragedias sabemos bastante. De farsas, algún día aprenderemos.

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