Gutuna - Cartas

2014-11-25

Contra la tala de 154 árboles en Barañain

Liliana Artieda
Vecina de Barañain

Hace unos días se publicó la noticia de que el Ayuntamiento de Barañain va a cortar 154 ejemplares de Albicia (Acacia de Constantinopla) que desde hace 30 años crecen en la ciudad porque su resina mancha la acera y los vehículos y provoca quejas vecinales.

En 1973 el Concejo de Barañain aprobó el escudo oficial de la localidad. Su acuerdo dejó claro su talante ecologista y de respeto al patrimonio medioambiental, colocando cuatro árboles como elemento central del principal símbolo representativo de Barañain: tilo, olmo, sauce y castaño, que se correspondían con los nombres de las cuatro plazas existentes entonces.

Posteriores corporaciones reforzaron el patrimonio verde del municipio plantando diversas especies de árboles en sus medianas, aceras, rotondas, edificios y espacios públicos y el Parque de la Constitución, porque entendían que los árboles son parte de la infraestructura de una comunidad y que, colectivamente, constituyen el bosque urbano que hay que cuidar y mantener, al igual que otras propiedades públicas. Sabían que los árboles son los mejores trabajadores públicos, ya que durante 24 horas, todos los días, mejoran nuestro medio ambiente y nuestra calidad de vida.

A decir de los biólogos, en las ciudades los árboles reducen la contaminación del aire, porque eliminan tanto partículas como gases nocivos y aportan oxígeno; reducen el efecto invernadero, que nos amenaza cada vez más; conservan agua y energía, tanto del ambiente, enfriándolo en épocas calurosas y actuando como rompevientos en las temporadas más frías, como de las viviendas que están en su proximidad, mediante su sombra; son pantallas que reducen la contaminación por ruido urbano en nuestras casas; mejoran el paisaje emocional de las personas que vivimos en la ciudad, porque “visten” por fuera nuestros hogares y hacen reconocible nuestro espacio en la ciudad, se desarrollan a la par que nuestras vidas, dan belleza a nuestro entorno inmediato y nos permiten oír a los pájaros que anidan en ellos. En resumen, el impacto de los árboles en la ciudad es positivo, no sólo para prevenir nuestra salud física, sino que también  porque impactan profundamente en nuestro ánimo.

Por si estos valores ecológicos no fuesen suficientes, hay otro valor atribuible a los árboles de la ciudad: dan beneficio económico. Por un lado a la ciudad, porque atraen negocios y visitantes y por otro, a sus habitantes porque aumentan el valor de sus propiedades. No hay más que pensar por un momento en los magníficos arbolados de las ciudades más atractivas que conozcamos o darnos cuenta de que los barrios de alto nivel que hemos podido recorrer, ésos en los que vive gente “con posibles”, a la que le gusta “vivir bien”, cuentan con grandes arboledas en sus calles.

A pesar de todo eso y en contra de la sensibilidad con la que hace cuarenta años se eligió a los árboles como símbolo del municipio, el Ayuntamiento de Barañain desde hace siete empezó a dar muestras de su total pérdida de respeto hacia el  patrimonio verde de la ciudad. En este tiempo han talado los árboles de la rotonda de la Avenida de la Plaza Norte, los cedros de la Avenida Rascacielos, los de la mediana de la Avenida de los Deportes, los que afectaban al parking de la Plaza de los Sauces, las encinas de Comunidad de Andalucía, 400 Acacias de Constantinopla (Albicias) en la Avenida Eulza, los 40 chopos de la Avenida Central….y recientemente, los de la Plaza de los Sauces y los de la Ronda Cendea de Cizur. En todos los casos ha habido importantes “quejas” vecinales que el Ayuntamiento no ha atendido.

Ahora se ha anunciado la tala de las 154 albicias que restan en Avenida Eulza. Se dice que serán “sustituidas” por otras especies y, para justificar la bárbara destrucción del arbolado, curiosamente el mismo Ayuntamiento dice que es debido a las “quejas de los vecinos”.  

Utilizar la palabra sustitución no deja de ser un eufemismo ya que unos árboles ornamentales no pueden suplantar la frondosidad de las actuales acacias de Constantinopla que han alcanzado su porte actual durante los casi 30 años de crecimiento. La burla que supone utilizar la palabra “sustituir” se comprueba fácilmente comparando las albicias del mercadillo, que se quieren cortar, con las plantas que “sustituyeron” a sus 400 congéneres, ya taladas en la Avenida Eulza.

El Ayuntamiento de Barañain no puede esconderse detrás de “quejas vecinales” cuando le conviene a sus intereses. Su responsabilidad es evitar un daño ambiental con graves consecuencias futuras. Puede que fuese desacertada la elección de la especie que hicieron sus propios técnicos cuando decidieron la plantación y que eso suponga mayores costes de mantenimiento para la limpieza de las aceras. Es verdad que en época de floración desprenden unas gotitas gomosas sobre las aceras y los autos y que, por su espléndida copa, la caída de sus pequeñas hojas es más difícil de recoger que la de las especies de hoja grande pero, si empezamos a justificar el exterminio de  los seres vivos que “incomodan a algunos” ¿a dónde vamos a llegar?

En estos 25 años, mientras reducen los árboles, los automóviles de Barañain se han multiplicado por más de diez, con beneficios ambientales nulos y daños cuantiosos pero, como no son seres vivos a nadie se le ocurre eliminarlos. Claro, como además los coches pagan impuesto de circulación y los árboles no…..

En la zona en que sobreviven las acacias “amenazadas” se organiza cada martes el mercadillo y durante 15 días de junio se instalan las barracas de fiestas. En ambas ocasiones se han dispuesto brigadas especiales de limpieza para reducir las molestias a los vecinos de la zona. De la misma forma podría preverse una para  el período en que, por su ciclo biológico, las acacias desprenden restos sobre las aceras.

Tal como dijo en Navarra el Director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, la forma de producir ciudades, crea enfermedades urbanas y frente a eso defendió un urbanismo ecológico que, entre otras cosas, pasa por el respeto al bosque urbano de las ciudades. Los árboles de la ciudad son una compensación ante sus fríos edificios porque, además de las contribuciones  medioambientales, nos proporcionan a los  ciudadanos beneficios estéticos, sociales y psicológicos. Mejoran en definitiva la salud y el bienestar de las personas que vivimos en ella. Un buen ejemplo nos lo han dado hace unos días los vecinos de la Plaza de los Castaños al tratar de proteger a sus árboles.

Por todo esto solicito al Ayuntamiento de Barañain que respete y deje que sigan creciendo en la Avenida Eulza las Acacias de Constantinopla (Albicias) que existen actualmente.

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