2020-03-13 Kultura · Cultura

"Los momentos en la escuela de música Luis Morondo son los más felices de mi vida"

Plazaberri ha tenido el placer de entrevistar a Luis Orduña, barañaindarra que a sus 39 años ha logrado ponerse al frente de la banda municipal de Vitoria-Gasteiz. Con una carrera musical más que extensa que dio comienzo en Barañain, este vecino de San Esteban, de la Cooperativa como dice él, ha dirigido varias bandas pero esta vez el reto es mucho mayor ya que se trata de una banda profesional.

¿Cuándo empezó tu pasión por la música?

En esta misma sede (la entrevista se ha realizado en Herrigunea, anterior escuela de música de Barañain) hace ya mucho tiempo, con 6 años empecé en la sala que esta más abajo de esta, he pasado muchos años de mi vida en estas salas. Esto de la música ya se sabe, es una carrera de fondo, no se acaba nunca de estudiar y en mi caso yo terminé la carrera de tuba con 20 años en Pamplona y me fui a estudiar a Barcelona. De ahí saqué el puesto en la banda municipal de Vitoria como tuba y después cogí excedencia para irme a estudiar dirección de orquesta. En realidad ahora sigo estudiado el doctorado, la base viene de ahí, pero hay un trabajo continuo.

 

¿Qué recuerdas de la escuela de música Luis Morondo de Barañain?

Son los momentos más felices de mi vida. Los que nos dedicamos a la música tenemos un pelín de hándicap, la gente tiende ha pensar que es bonito y fácil dedicarte a lo que te gusta, esto es súper típico ¿No? Siempre digo que me siento un afortunado, no voy a decir lo contrario, pero tenemos el hándicap de haber convertido en profesión lo que fue un hobby, hemos estado ensayado, en la banda de aquí por ejemplo en los Sauces todos los sábados al mediodía, recién comido ir allá a ensayar dos horas, ensayos nocturnos.... y hay un momento en que esto pasa a ser tu trabajo.

Yo me lo he pasado muy bien, pero el trabajo no siempre es disfrute y goce, que me dedique a la música tiene mucho que ver con lo que ha pasado en estas paredes, lo que hicimos con Corpus Tobes, fallecido hace poco. Fue nuestro maestro y director, una persona muy especial para todo el que tuvo la suerte de pasar por esa banda, ese fue el motivante, junto a los viajes que hacía la escuela de música cada año. Eran otros tiempos, viajamos menos, ya que la gente joven hoy en día viaja pronto a muchos sitios, para mi fue una oportunidad de viajar una vez al año. Y ese núcleo que se formó en la banda creo que es el culpable de todo lo demás y cada paso es culpable del siguiente.

 

 

¿Cómo acaba un barañaindarra de director de la banda municipal de Vitoria-Gasteiz?

Porque así te lleva la vida, no soy alguien que me ponga un objetivo, no funciono así. Trabajo cada día y me gusta mucho lo que hago, unido a un poco de suerte. Mi faceta como director, quizá la más nueva, ha ido muy bien y cada vez he asumido retos más importantes y ha llegado el momento de hacer frente a una banda profesional.

 

 

¿Qué intentas transmitir a los y las músicas que diriges?

Esta pregunta la tendrían que contestar mis músicos (risas). Creo que muestro como soy, muestro mucha pasión porque es una cosa que de verdad me apasiona, que de verdad me hace feliz, que de verdad me hace sentirme vivo. Me gusta trabajar en ello y me gusta estar muy activo. Soy poco dado a los tiempos libres y muertos, esto significa que necesito un hobby para llenar esos tiempos muertos, no me va mucho la inactividad y en los ensayos soy un poco así. Dejo muy poco tiempo y voy a tope para que cuando lleguen las pausas sean de verdad, ya que a todos nos gusta tomar un café ¿No? Soy intenso en esa faceta y espero que para los que han sido mis compañeros seguir siendo un compañero, el mejor compañero posible.

 

 

¿Y a la gente para la que interpretas?

A mi me parece fundamental que la gente que va a los conciertos se lo pase bien, tiene que disfrutar y sobre todo tienes que provocarles emociones. No siempre las emociones tienen que ser positivas, como en el teatro o como en el cine, es decir, hay cine para salir con una sonrisa, hay cine para salir pensando en lo que hacemos mal o en los desastres del mundo. La música es igual, yo creo que los conciertos tienen que provocarte algo, tienen que tener un sentido, siempre los hago así, un hilo conductor, una idea que quiero transmitir al publico. Que disfruten, también con el sufrimiento o con momentos para prensar.

 

¿Compaginas la dirección con alguna otra actividad musical?

Hasta ahora he estado tocando la tuba, que la tenía bastantes años abandonada y ahora mi otra faceta musical es la investigación. Estoy en la Complutense haciendo el doctorado en musicología, esa es mi otra vertiente, puesto desde el otro lado, desde el punto de vista de un investigador haciendo trabajo de laboratorio. Estoy haciendo un doctorado sobre un compositor gipuzkoano del siglo pasado, Eduardo Mokoroa. Lo conocí interpretando su música y después me fascinó, lo que hago es intentar reflejar la figura de ese compositor, la producción, como evoluciona su música, afectada por qué, qué motivos le cambian o le provocan cambiar su manera de escribir. Es un trabajo muy parecido al trabajo de un historiador, lo único que lo nuestro no son tanto datos históricos como tal sino que se reflejan de otro modo, nuestros documentos son partituras.

 

¿Te ha tentado alguna vez otro instrumento?

Pues, hombre, por la carrera he tenido que estudiar otros instrumentos, pero la verdad es que tuve muy claro desde pequeño que quería tocar la tuba. Y en esta misma aula me enseñaron un libro, yo no sabia el instrumento que quería tocar, solo lo conocía visualmente, y el Boli, profesor de trompeta, me enseñó un libro con fotos de instrumentos. Yo era muy tímido y casi no hablaba con nadie, entonces él con su buena voluntad y paciencia, fue pasando páginas para que con el dedo marcase el que yo quería. Marqué la tuba, le salió una risa pero la cayó, para no meter la pata, me explicó que eso era la tuba, que era un instrumento muy grande para un niño pero que existía un instrumento parecido, más pequeño y para niños, el bombardino. Entonces, digamos que hasta dedicarme a la dirección, mi carrera ha ido unida a la tuba. Pero sí que es verdad que he estudiado piano, fagot durante una época, pero lo tenía claro desde hacia tiempo.

 

 

Tienes una amplia carrera como director de bandas, Sakana, Durango, Zumarraga, Galdakao...

Ha ido surgiendo así, la verdad que yo lo llamo suerte. Se han ido presentando siempre retos, una banda buscaba un director, me presentaba, me cogían. Cada vez han sido retos mayores, cada vez bandas con más méritos, con más nivel, eso me va provocando que tenga que saber más. De hecho empecé, como muchas veces empiezas, sin saber absolutamente nada. En la banda de Sakana en la que yo había tocado, el director de entonces lo dejaba, Juanjo Torres, y a mi me conocían y me lo ofrecieron. Un trabajo en el que no tenia herramientas. Música sabía, pero nunca me había puesto con una batuta, esto te provoca un proceso natural de necesidad de aprender. Empiezas por el método normal, vas a un curso por aquí, otro por allá, de repente te das cuentas de que necesitas más cosas, pasas a buscarte una profesora, esto empieza a ser más continuo hasta que me digo “esto va en serio”. Dejé mi puesto de funcionario de la banda municipal y me cogieron en Musikene para estudiar dirección de orquesta. Es de las cosas que más satisfecho estoy, siento que no he dado grandes pasos en ningún momento, sino que he dado pasos naturales, no me he encontrado con algo que sea radicalmente distinto a lo anterior. Yo no me habría visto capaz con 25 años de afrontar este puesto, me faltaría madurez, capacidad y el arrojo de llevarlo a cabo. En cambio, ahora después de 19 años tengo un bagaje como músico profesional, sigue dando vértigo pero es un paso natural.

 

¿Cómo afrontas este nuevo reto al frente de la banda municipal de Vitoria-Gasteiz?

La banda está en un buen momento. Pero el mundo de las bandas es un pelín complicado, porque venimos de la tradición pura y dura, esto ha provocado que en muchos casos las bandas no se muevan del sitio, hacer siempre lo mismo de siempre y como siempre, es un formato que no me atrae en absoluto. Me parece que las bandas pueden estar a la última, deben de estar a la última, en cuanto a proyectos fuera de lo extra-musical. La banda de Vitoria es algo que hace muchas veces, a los músicos les toca actuar, cantar y participar en millones de proyectos educativos, muchas cosas distintas. Digamos que es una banda moderna en ese aspecto, una banda que se ha adecuado y tenenos posibilidades de llegar a un público más joven, que es de lo que se trata, de crear nuevos públicos. El reto es continuar en esto, intentar apretar un poco más, acelerar un poco más y ponerle mi impronta, porque cada uno es distinto pero en la línea general estamos de acuerdo y esto es lo que aportamos los directores.

 

¿Te gustaría poder actuar con la banda de Vitoria-Gasteiz un día en el Auditoria de Barañain?

Donde hay que firmar? (risas). La verdad es que sería genial poder tener esa oportunidad, poder ofrecer a Barañain algo de lo que he aprendido aquí. Dicen que nadie es profeta en su tierra aunque sin duda esa llamada me encantaría.

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