Tuvimos un cementerio
Retazos de Barañain, historia de un pasado reciente. Serie de relatos basados en recuerdos de su autor Alberto López Iborra
ALBERTO LÓPEZ | Durante las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, el desarrollo urbanístico en la periferia de las ciudades tuvo características similares. En este periodo aparece un nuevo paisaje suburbano dominado por los grandes conjuntos de viviendas o polígonos.
En el caso de Barañain, podemos añadir un hecho que desde el punto de vista patrimonial, es muy grave: La práctica desaparición de aquellas edificaciones, que de alguna manera representaban la historia de nuestro pueblo. A día de hoy, apenas una casa del antiguo pueblo viejo continua en pie. La iglesia, tiene un uso religioso diferente a su original, respetable… pero cuestionable desde una perspectiva histórica y cultural.
Los y las vecinas de Barañain, desconocen en su mayoría, el patrimonio inmaterial de nuestros antepasados. Saber la procedencia, el idioma, las ocupaciones y las costumbres de aquellos habitantes previos a los bloques de edificios, es clave para construir una verdadera identidad de pueblo.
En este punto, recalcar que el papel de las sucesivas corporaciones municipales no ha sido suficiente y, en algunos casos, totalmente deficiente. El material gráfico de lo desaparecido apenas ha sido difundido. Algo lógico, teniendo en cuenta que ese material prácticamente no existe.
Quiero aprovechar este retazo, para no olvidar uno de los elementos patrimoniales que pasó a la historia y en el cual, reposaba mucha información de nuestro pasado como pueblo. Me refiero al cementerio.
Barañain tuvo un cementerio, pequeño, donde reposaban los restos de las familias que habitaron durante décadas lo que siempre hemos conocido como el “pueblo viejo”. Supongo que muchas personas que lean este artículo, no sepan de su anterior existencia y su ubicación. Rodeado por un muro de piedras y una verja en la entrada, ocupaba los terrenos en los que actualmente se encuentra el Polideportivo.
Fueron más de 10 años en los que este pequeño cementerio convivió con los vecinos y vecinas que residían en los Tilos, Sauces, Olmos, San Esteban o Castaños. Primeras edificaciones urbanas de Barañain. Fue objeto de miradas curiosas e incluso de actos irrespetuosos. A principios de los 80, la construcción del colegio Alaiz (en aquellos tiempos llamado “el dos”) y el asfaltado de los terrenos contiguos se llevó por delante este cementerio. La intención era derruirlo antes, pero hubo que esperar varios años desde el último enterramiento para poder intervenir.
Puede ser entendible, que debido a las necesidades de infraestructuras, el desarrollo urbanístico de Barañain se haya tragado determinados elementos patrimoniales sin mucho valor artístico. Ahora bien, el valor histórico requiere de la divulgación de material gráfico y escrito que permita, por lo menos, enseñar a las sucesivas generaciones las señas de identidad de un pueblo, que todavía está forjando su historia reciente.
Es el mínimo respeto que se puede tener, para aquellas familias que durante cientos de años vivieron y trabajaron la tierra en Barañain…hasta el día que las excavadoras y las grúas les borraron su memoria.