2015-06-30
Sociedad - Gizartea

Tercera edad y atención a la dependencia en Barañain

Lorea Luzea aporta datos y reflexiones en este reportaje donde hablamos de las personas mayores, sus necesidades y las de las personas que les cuidan.

En una población con alto envejecimiento se trata de una cuestión de primer orden (Foto: Apala)

LOREA LUZEA | Vivimos una era en la que se ensalza el desarrollo, desarrollo entendido como el crecimiento de la producción, el consumo material y la aceleración del ritmo de vida. Tiempos en los que la salud y la calidad de vida aparentemente, cobran un valor incuestionable, no obstante, resulta contradictorio si observamos con los pies en nuestro entorno más próximo, la atención que reciben cuestiones como la tercera edad, el apoyo a personas en desigualdad, menores en desprotección o la atención a personas con discapacidad, los cuales serían el groso de los Servicios Sociales. La sanidad o la educación, a pesar de los recortes sufridos, son servicios que hoy por hoy, la sociedad los entiende como pilares de bienestar social, dignos de no ser cuestionados y de ser cuidados y en todo caso mejorados. Sin embargo, estas otras necesidades sociales, a pesar de su extensión, a día de hoy, todavía no han alcanzado la misma categoría en el entendimiento social.

Un sector marginado del ámbito público

Existen alrededor de 6.190 plazas residenciales para tercera edad en Navarra, de las cuales aproximadamente 4.290 son exclusivamente privadas. Según Gemma Botín, directora de la Agencia Navarra para la autonomía de las personas, 1.900 plazas residenciales son financiadas con dinero público, de las cuales 1.500 están concertadas en 44 centros diferentes, gestionados por empresas privadas (datos de 2014). El resto, corresponderían a las únicas dos residencias públicas que existen actualmente en Navarra.

El Gobierno de Navarra, con UPN al mando, ha abierto las puertas de este sector a empresas privadas con intenciones mercantiles o ha delegado en los municipios, ahogados muchos de ellos por las limitadas tarifas, que sacan sus centros residenciales adelante a costa de las precarias condiciones laborales de las trabajadoras.

Parecido panorama el de los centros de atención a personas con discapacidad; de los trece centros que existen en Navarra actualmente, sólo uno se gestiona directamente desde la Administración, el centro San José. Nueve son de titularidad pública, pero gestionados por empresas privadas con ánimo de lucro. Y tres, mediante conciertos con los titulares privados.

Y precarizado...

En Navarra, el 90% de las trabajadoras gerocultoras son mujeres. Un ejemplo de un mundo laboral todavía con categorías sexistas, en el cual lejos de valorar todas las actividades profesionales por igual, hay algunas, como los cuidados, que todavía residen en la invisibilidad social. Así, hoy en 2015 no existe un convenio laboral en Navarra que regule las condiciones de estas trabajadoras. El Convenio Estatal de Atención a la Dependencia es su convenio de referencia, con 1.792 horas de jornada laboral anual (comparémoslas con las 1.457 de la administración en esta misma categoría o por poner un ejemplo del ámbito privado, las 1.695 del sector del metal en el que el 80-90% son hombres).

Las trabajadoras de los centros de atención a la discapacidad, por su parte, llevan más de dos años en huelga. Huelga, porque la Administración, no ofrece la certeza de que el convenio firmado será garantizado en cantidades, y las empresas, no aceptan un convenio del que no se puedan descolgar, es decir, que no puedan dejar de aplicar cuando les convenga.

Esclavo de políticas sociales congeladas

En Navarra, el decreto de ratios de personal en este sector lleva 23 años sin renovar. Las instituciones, utilizan esos decretos como base y la cantidad de profesionales que marcan son insuficientes. Lo cual influye directamente en la salud de las trabajadoras y por ende, en la calidad del servicio. Países como Francia, Suecia, Alemania, Dinamarca y Suiza, duplican y en ocasiones triplican estos ratios.

Y es que, en comparación con otros países europeos, la proporción del gasto social en Navarra en relación a la riqueza es de las más bajas de Europa. Está por debajo de la media, un 19,4% frente al 29% de la media europea, superando únicamente el gasto dedicado al ámbito social en Polonia, Malta, Eslovaquia, Bulgaria, Lituania, Rumanía, Estonia y Letonia.

Servicios como éstos, imprescindibles para las personas usuarias, sus familias y en definitiva para el conjunto de la sociedad, sobreviven en una constante lucha, quizás oculta en un panorama de actualidad en el que no ocupan el hueco que debieran. Lucha no de difícil arreglo, bastaría con un cambio en la titularidad de estos servicios y una inversión acorde con su importancia social, es decir, con garantizar su desarrollo con prioridad ante otras cuestiones. Pero existen intereses cruzados que cada cual juzga a su manera. Sólo una curiosidad; la cantidad que se desgrava en la hacienda navarra en pensiones privadas es una cantidad de dinero superior que toda la Renta Básica en Navarra.

¿Nos incube esta situación en Barañain?

Podemos decir que aquella primera generación de jóvenes que emigró a Barañain está actualmente en la tercera edad y muchos en puertas de la misma. Pero sin embargo, el municipio no ha adecuado sus recursos a esta fase en la que se encuentra.

Entre los cinco municipios más grandes de Navarra, Barañain, es el único que no tiene una Residencia de tercera edad; Pamplona, Tudela, Valle de Egües y Burlada, cuentan con recursos de este tipo.

Cabe mencionar que el Ayuntamiento de UPN que ha gobernado hasta la fecha recientemente ha privatizado el servicio de atención a domicilio para personas dependientes. Un servicio que hasta ahora era de contratación directa es gestionado ya por una empresa privada, Transforma. UPN, coincidiendo con la jubilación de las dos personas contratadas, ante la posibilidad de continuar generando empleo público, prefirió introducir una empresa más en la localidad.

Para este año 2015 el Ayuntamiento de Barañain ha destinado un 5,72% de su presupuesto total a los servicios sociales, fácilmente incrementable limando alguna otra cuestión interpretativamente secundaria.

Pero este prematuro desarrollo de la atención a las necesidades sociales en Barañain tiene también una lectura positiva, ya que otorga una oportunidad ilusionante para construir desde la participación y atendiendo a las necesidades que presente la sociología poblacional de este municipio. Una posibilidad para profundizar en el debate sobre la esencia y objetivo de este tipo de servicios, que mediante una diferente configuración de los presupuestos y flexibilidad ante formatos renovados, podrían dar lugar a cambios significantes, tan aclamados por tantos.

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