2014-02-22
Historia - Historia

Jacobo de Licras, una historia de corrupción

Repasamos la historia de este personaje del carnaval de Barañain

Imagen cedida por Patxi Dominguez de la celebración del ajusticiamiento.

La investigación de Pilar Azcárate Aguilar-Amat publicada en el revista Hispania (nº 180 de 1992) con el título “Un caso de corrupción en la Navarra del siglo XIV: El proceso contra el procurador real Jacques de Licras”, pone un poco de luz sobre tan oscuro personaje.

Contexto

Tal y como señala la historiadora, fallecida recientemente en Madrid, la historia de Jacques de Licras arranca con el surgimiento de la burocracia en la época medieval, en los inicios de la creación de los estados modernos. En aquella época nacen unos organismos a los que se asigna unas funciones y así se multiplican también los oficiales públicos que trabajan en ellos. Así se ve también la necesidad de establecer un control sobre su trabajo.

Sin embargo, estos mecanismos de control no funcionaron en todas partes por igual. «Bajo el dominio francés, los reyes tomaron la costumbre de designar, con carácter eventual y extraordinario, unos oficiales a los que dotaban de los más amplios poderes cara a investigar el estado del reino y decretar las oportunas reformas. Pues bien, entre tales funciones se encuentran normalmente las orientadas al saneamiento administrativo».

“Reformadores”

En este sentido, surgen los llamados reformadores que pregonaban en los mercados que si alguna persona se quisiere querellar contra un oficial acudiera a ellos para poder hacer justicia. Cuando no actuaban los reformadores, lo podían hacer otras instancias por medio de quejas. Tal y como sugiere la investigadora, los casos de corrupción en la época no eran pocos, varios tesoreros del reino se vieron envueltos en pleitos, uno de ellos como sospechoso de fabricar moneda falsa.

A partir de Carlos II de Navarra (coronado en 1349) se comenzó a sustituir  los oficiales de origen francés por otros navarros de origen, y los monarcas, que hacen de Navarra su residencia habitual, asumen un mayor control de la administración. Sin embargo, a pesar de que los mecanismos de control fueron perfeccionándose, todavía eran necesarias muchas denuncias para abrir un proceso. Y en este contexto previo a la coronación de Carlos II se enmarca el proceso contra el procurador real Jacques de Licras.

¿Quién es?

¿Qué sabemos de él? Sabemos que era francés de origen y que algunos documentos le presentan como doctor en leyes, pero se desconoce si perteneció al estamento eclesiástico. Nombrado en el cargo hacia 1340 lo ocupó hasta ser ajusticiado en 1345. «Fueron a lo sumo 8 años, pero 8 años durante los cuales la influencia de Jacques de Licras y su capacidad de acción no parecen haber conocido límite alguno», escribe Azcárate.

Tal y como señala la historiadora, «en opinión de J.Goñi, nuestro procurador había sido el tácito instigador, el responsable en la sombra, del edicto contra la mano muerta que en 1340 dictaron el gobernador y los reformadores; edicto por el que se conminaba a personas e instituciones eclesiásticas a abandonar, en el plazo de un año y un día, todas aquellas tierras, castillos, rentas, villas, términos y heredades que hubieran adquirido a partir de la prohibición dictada al efecto por Luis el Hutin, so pena de ser confiscados y aplicados a la corona».

Gran poder

Según Azcárate, no contentos con eso, se le atribuye también haber enrarecido aún más las «ya de por si  tensas relaciones existentes entre la Mitra y la Corona». Según cuenta, «con ocasión de la cruzada de Alcegiras y so pretexto de una disposición al efecto recogida en el Amejoramiento del Fuero de 1333, el Obispo de Pamplona iba a ser una y otra vez conminado a proporcionar 100 caballeros para la expedición. Su negativa le valió la acusación de traidor y la apertura de un proceso alentado y dirigido por el procurador real; proceso cuyo primer paso -19 de agosto de 1343- consistió en la confiscación de propiedades».

Por lo que se desprende de la información recopilada por la investigadora, el procurador ocupaba un puesto que le aportaba gran poder, ya que no sólo le competía la defensa de los intereses del monarca cara a concejos y particulares, sino también los intereses del reino ante otros estados; «y con la libertad de acción que le permitía la ausencia de reyes», Jacques de Licras cayó en excesos y abusos de poder.

Denuncias

Según la información del proceso contra el procurador, se interpusieron en su contra 10 querellas públicas que provenían de toda Navarra y de diversos sectores sociales. «Se acusa al procurador de cohecho, a cambio tanto de beneficios como de favores sexuales; se le denuncia por negligencia y malicia; por venalidad y `vendiçión de justiçia”; se le imputan toda suerte de actos contra derecho, incluida la falsificación de testimonios; se le demanda por confiscaciones improcedentes; por abuso de competencias y usurpación de la jurisdicción real; se le atribuye, en fin, y únicamente, una conducta sanguinaria y cruel; y se pide por ende, también de forma unánime, una condena ejemplar».

Las personas demandantes pertenecían a diversos ámbitos: mercaderes, tenderos, carniceros, otros oficiales de justicia, familiares de víctimas de asesinatos, agricultores o simples pobladores.

Azcárate aporta un resumen de las querellas: un carnicero de Olite empobrecido por el acoso de una banda le acusa de no investigar su caso y recibir dinero y servicios de la banda. Un mercader de Pamplona acusado por Jacques de Licras de fabricar moneda falsa y exculpado tuvo que pagarle al procurador una gran cantidad de dinero que no era ajustada a derecho.

Un judío de Estella al que se le embargaron los bienes ilegalmente; una señora «del palacio de San Martín» que le acusa de haber concedido la libertad a dos presos convictos del asesinato de su hijo, del abad y de un labrador a manos del señor del palacio de San Julián y sus compañeros, a cambio de los favores sexuales de la hermana de este último.

Otro carnicero pamplonés, que acude en ayuda de sus primos acusados falsamente de un asesinato, denuncia que Jacques de Licras se valió de testimonios falsos para condenarlos, además de no dejarles defenderse, todo por que no quisieron prestarse a sobornos y siendo finalmente ajusticiados con especial crudeza.

Un oficial de justicia lo acusó de crear una comisión que supervisara la elección del alcalde de Tudela y con ella el procurador tratará de sacar el mayor provecho económico de los candidatos al elegir al futuro alcalde. Un tendero pamplonés acusado también de fabricar moneda falsa que posteriormente fue exculpado por el verdadero autor, siendo esta confesión ocultada e ignorada por el procurador.

Un vecino de Olite que fue agredido por el hermano del procurador y luego encarcelado, siendo amenazados por Jacques de Licras los vecinos y el alcalde de la localidad. Otro vecino de Olite narra como una amiga del procurador entró en sus viñas y arrancó sarmientos, y tras ser recriminada es luego agredido por un familiar de Licras y posteriormente detenido.

Proceso

En las querellas se le acusa repetidamente de que practica el cohecho habitualmente, de violar las normas de derecho, de actuar como si fuera la máxima autoridad del reino; de su carácter cruel y sanguinario y su sed de venganza. «Se percibe, en suma, un temor generalizado y universalmente compartido ante este nefasto personaje, contra el que nadie parece haber osado levantar la voz hasta su caída en desgracia», narra Azcárate.

La autora de la investigación considera que a pesar de que los testimonios pudieran ser exagerados, parece demostrada su veracidad. «Jacques de Licras no pudo defenderse porque carecía de pruebas y argumentos» y además nadie parece que acudiera como testigo a su favor.

Según la historiadora, se desconocen los términos de la sentencia en su contra pero ésta condujo a la pena capital. «Arrastrado por las calles de Pamplona, al son del clarín, su lengua fue cortada al pie del patíbulo para ser a continuación ahorcado en el prado de Barañain».

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