Inma Sayas

2019-04-22

Pederastia

Acabo de ver en Netflix un reportaje sobre la desaparición  de Madeleine McCann. Es un trabajo exhaustivo de ocho capítulos sobre el caso y que ha debido de levantar ampollas y no es para menos. Está muy bien realizado ya que analiza el caso desde todos los puntos de vista posibles y con las voces de las personas que en su día trabajaron de algún modo en él.  Lo saco a relucir en mi columna porque al final un policía cuya labor se centra en la desaparición de niños hace un llamamiento a perseguir la pederastia de la misma manera que el terrorismo. Para él, el rango de delito está al mismo nivel en un caso y en otro, pero los medios y los esfuerzos que se destinan a uno y a otro no tienen nada que ver.

Se lamenta de que los periódicos no sean más incisivos con el asunto. En una conversación que tuvo con el director de un periódico le preguntó que por qué no escribían más sobre el tema y éste le contestó que lo hacían sólo de vez en cuando porque a los lectores el tema no les gusta, les aburre y no hay que abusar. Yo creo que nos asusta.

Uno de los investigadores dice que no hubiera querido jamás haber entrado en ese mundo porque el tema de las redes de pederastia le ha dejado tocado para siempre no sólo por lo que ha tenido que ver sino por la magnitud de las mismas.  

¿Por qué no se hace más? ¿ A quién interesa que no se haga más? ¿Qué mafias dirigen el tráfico de niños para fines absolutamente siniestros? ¿Es un mundo sólo de hombres? ¿Dónde está la ética de todos los que callan teniendo datos que sobrecogen y que podrían desmantelar algunas redes cuando no todas? ¿Cuánto dinero deja la pederastia en el mundo para que no se persiga más?

Dicho esto, desciendo al inframundo de la pederastia que existe donde nunca debería existir: colegios, conventos, vestuarios y hogares…. Son ámbitos seguros donde crecen nuestro/as hijos/as y que visto lo visto, no son tan seguros. Ante tantos casos de colegiales abusados por aquéllos que se supone debían educarles nadie se puede quedar indiferente. Es una vergüenza sin paliativos, pero por desgracia las denuncias llegan demasiado tarde porque el delito ha prescrito o porque los autores ya han fallecido.

Pero ahí no acaba todo. Por lo que dicen los estudios sobre el tema algo más de la mitad de abusos se dan en el entorno familiar, padres, abuelos, tíos o ese amigo tan simpático de los padres. No sé qué es más horrible. Me temo que estos casos no salen a la luz porque es demasiado terrible denunciar a esa persona tan próxima que te arruinó una parte de tu vida si no toda entera cuando lo único que tenía que hacer era cuidarte. No soy quien para animaros a denunciar, pero si alguien os puede ayudar a sobrellevar la vida sin tanta carga emocional pues igual tendréis que hacerlo, no lo sé, la verdad. Siento una pena enorme por todos/as los/as que habéis pasado por ahí en silencio y con la infancia rota.

 

  .

 

 

Diseño y desarrollo Tantatic