Juanjo Antoñanzas, pueblo por los cuatro costados

"Fue un gran honor trabajar 35 años en Barañain". Pocas personas son más reconocibles para el vecindario de Barañain que Juanjo Antoñanzas.

Plazaberri ha querido recordar junto a él, vivencias y anécdotas que son parte fundamental de la historia viva de nuestro pueblo. Una tarde de conversación, repleta de recuerdos que seguramente puedan hacerlos propios aquellas generaciones que conocieron el crecimiento y desarrollo de Barañain desde principios de los 70 hasta finales del siglo XX.

Nacido el 28 de junio de 1948 en Gallipienzo, pronto se trasladó junto a su familia a Puente la Reina/Gares, ya que su padre trabajó en el Señorío de Sarria. Una vez finalizado el trabajo allí, la construcción fue la siguiente etapa de su progenitor, por lo que nuevamente cambiaron de domicilio, esta vez al “humilde y honorífico barrio de Etxabakoitz”. En ese momento, comenzaron sus “primeras incursiones” en Barañain, un pequeño pueblo con 10 casas y una iglesia.

Ya en 1974, se trasladó a Barañain y a la vez comenzó su labor como Policía Municipal. Desde febrero de 1974 hasta junio del 2008, toda una etapa laboral marcada por el servicio como agente público. Llegó a un pueblo con 2.500 habitantes y acabó su vida laboral dejándolo con 23.000.

Aquella fase inicial era “un carro que había que empujar entre todas las personas, lo que le llevaba a hacer trabajos de servicios, mantenimiento o vigilante. Mucha gente venía de los pueblos y era necesario adaptarse a una vida urbana, lo que supuso una labor especial a la hora de enseñar normas de circulación y garantizar su cumplimiento”.

Barañain era un Concejo y pertenecía a la Cendea de Zizur, junto a 14 pueblos más. Era el mayor de todos y el más cercano a Pamplona. “Venían autobuses de la comarca a estudiar al colegio nacional 1, luego conocido como Los Sauces”.

Ha conocido la Junta de Veintena, los terrenos previos a Lagunak “que eran un vertedero” e incluso trabajó en la construcción de la carretera que baja a la Sociedad. También quiere recordar “la fuente de Barañain que estaba debajo del pueblo viejo, que mediante cofradía se subastaba el agua propia, dando lugar a litigios en el siglo XIX, de los que tiene conocimiento”.

Otro de los recuerdos se centra en el cementerio, “situado en lo que hoy son los terrenos del Polideportivo Municipal y el instituto. Apellidos como Yoldi, Echeverria, Izu, Elorz…eran habituales en aquel cementerio. Me tocó sacar los restos de 41 personas con una mula mecánica en colaboración con empleados del cementerio de Pamplona y llevarlos en una camioneta 4L a Zizur. En un nicho en la cuarta planta ponía: “Restos del cementerio de Barañain”.

Durante los primeros años éramos dos alguaciles. Desde el 73 ya había otro chico de Buñuel, Osta. Uno por la mañana y otro por la tarde, atendíamos las entradas y salidas de los colegios que entraban a distinta hora. Al principio, eran Santa Luisa y el uno (Sauces). A comienzos de los 80 se inauguró el dos (Alaitz)”.

Es curioso analizar la cuestión de la movilidad de estos agentes. “Al principio andando. Luego vino la famosa moto vespino, hasta que nos compraron un passat gasolina 5 cilindros. Teníamos las dependencias en Sauces 1 (actual Correos), que también era consultorio médico por la mañana. No teníamos vestuario y salíamos con el uniforme desde casa. Siendo Barañain Concejo, llevábamos un bastón de mando parecido a la vara de alcalde. Luego ya vino la porra y el arma.” Hablando de varas de alcalde, hace un inciso para comentar que “recuerdo la primera vara de mando de Alcaldía en Barañain, de endrino con la inscripción CDB, Concejo de Barañain”.

Recalca la cercanía de su trabajo. “Éramos conocidos en el pueblo por nuestro nombre. Trato directo. También ayudaba en la secretaría del Ayuntamiento cuando se cobraba el impuesto de circulación sin ordenadores. Escribía a mano los nombres, apellidos, dirección y matrícula, por lo que todavía recuerdo alguno. Mientras fue competencia del Ayuntamiento, se cobraba el agua y basuras por las casas. Esto os puede dar a entender la cercanía y lo directo de mi labor con el vecindario”.

Ahora que la recogida de basuras se moderniza y el reciclaje se afianza paulatinamente, detalla cómo era en aquellos años la recogida de basuras en Barañain. “Se depositaban las bolsas en el suelo. Gregorio Nuñez llevaba un camión contratado por el Ayuntamiento y las bolsas se lanzaban a mano, mientras varios operarios las pisaban encima del camión para hacer sitio. Cuando los trabajadores de basuras estaban de vacaciones, me tocaba ayudar. Se llevaba al vertedero de Argiñariz y se quemaban. Lo malo era cuando recién pasado el camión, había personas que volvían a dejar bolsas, lo cual suponía que los perros que vigilaban las abundantes obras de Barañain, gatos o ratas se dieran el festín”.

Como muestra de la diversidad de su tarea, cita “las nociones básicas de comportamiento ciudadano en los colegios, incluso enseñar a no pisar aquellos jardines de Barañain. Solo tenían un palmo de hierba y debajo era todo escombro. Había que cuidar mucho los jardines. Los del parque del Lago, son de mejor calidad porque tienen más tierra debajo”.

El análisis del transporte público se centra en la famosa “Montañesa” que venía a Barañain. “Llegaba hasta la Cooperativa San Esteban donde daba la vuelta. Luego alargó hasta el único bloque que había en la Plaza de los Castaños”.

Las fiestas eran otros días de aumento de trabajo. “Primero, se centraba todo en la Plaza de los Sauces. Después, se trasladó todo el espacio festivo al patio de los Sauces, donde debíamos controlar la no aglomeración de coches, colocación de vallas. En general, había buen ambiente, salvo pequeñas trifulcas entre Etxabakoitz y Barañain”.

Visitantes puntuales a nuestro pueblo, cómo los campamentos nómadas en la zona de Eultza o lo que ahora es Etxabakoitz Norte. Las mujeres, con grandes jarras a la cabeza, venían a llenarlas de agua a las fuentes. “Les llevaba mantas junto a Mikel Erdozain, al que califica como concejal carismático”.

No había problemas grandes de aparcamiento, pero se construía en la mayoría de calles sin aparcamientos subterráneos, como en Sauces, Olmos, San Esteban…y la medida era una plaza de aparcamiento en superficie por cuatro viviendas. “Se aprovechaba mucho la avenida de Pamplona en el lado de lo que ahora es zona azul. Entonces era Barañain. Recuerda de manera exacta los lindes con Pamplona y los mojones. Hay zonas de Etxabakoitz Norte que al construirse a principios de los 90 del siglo pasado, cogieron terreno de Barañain. No lo considero importante. Es lógico que en espacios urbanos limítrofes se establezcan líneas administrativas”.

El mercadillo suponía muchos viajes. Cito los emplazamientos: Plaza Norte, Avenida del Estadio, Eulza, el solar actual…”.

Los más txikis y no tan txikis de Barañain, quizás no hayan visto nunca el rebaño de ovejas por nuestras calles. ”Lo peor no eran los cortes de carretera, si no los “conguitos” que dejaban detrás. Venía un pastor desde Zizur…y Yoldi también tenía un rebaño, además de las vacas. La gente iba al pueblo viejo a comprar leche, huevos, corderos…”.

Como mal recuerdo de aquellos años, resalta la presencia de la heroína entre la juventud. Era habitual ver a jóvenes pincharse en la zona del pueblo viejo. Varios fallecieron. “No teníamos los medios de ahora, ni servicios sociales de base, ni lugares para llevarlos…recogíamos las jeringuillas en la bolsa y las llevábamos al crematorio del hospital. No podíamos hacer nada más.”

 

Preguntado sobre alguna anécdota más de su periplo laboral, cita el derribo del silo de agua del pueblo viejo con goma 2. “Cayó como un soplo”.

Actualmente, el Señorío de Eulza ha recobrado protagonismo por el inicio del plan Eulza, aprobado de manera definitiva en 2011. “Yo lo encontré abandonado y también lo conocí habitado. He conocido a Izu o a la dueña Dolores Ibarrola, incluso dormí una noche allí. Recuerdo como las vacas del Señorío se escapaban al vertedero que había en los terrenos donde luego se hizo Lagunak”.

Juanjo siente mucha nostalgia e incluso dolor, al ver el declive del pequeño comercio, “sobre todo cuando se abrieron las grandes superficies comerciales en la comarca. Antes había mucho comercio en Barañain y costumbre de comprar en el pueblo”.

Conoció los oficios religiosos en la iglesia del pueblo viejo…en Santa Luisa, Dominicas, San Pablo y Santa María.

Las piscinas de Inquinasa en la Plaza de los Sauces, donde hoy está La Caixa y los almacenes de venta. “Bajaban la temperatura del agua que subía del Arga y de ahí bajaba hasta Inquinasa”.

Si algo fue una constante durante muchos años fueron la existencia de obras y el trasiego de camiones. “En la obra de los prefabricados, los camiones traían grandes bloques y esto provocaba verdaderos baches. La buena relación con Avanco hizo que en varias obras asumieran los desperfectos originados, ya que el Ayuntamiento no tenía medios”. Una labor añadida en su caso fue la de registrar las aguas del contador general y de los bloques cada dos meses, para Avanco.

Entre los hechos luctuosos, no olvida los suicidios. En algunos casos, casi eran los primeros en llegar, llamar al juzgado y colaborar. “Pese a la dureza, era parte de mi trabajo”.

Fueron mucho tiempo cuatro agentes. En la época de Clavero como alcalde, al ser el único con rango de cabo, llegó a ser el jefe de policía. En ese momento ya eran 18 policías de plantilla. Cinco años, hasta la entrada de Calderón, al que le transmitió que dejaba el puesto “porque no compaginaba bien ser compañero y jefe a la vez. Puedo decir que entonces descansé”.

35 años trabajando en Barañain, sintió afectividad, respeto, cercanía, familiaridad. “Con el paso del tiempo se ha ido perdiendo”. Ahora, tras 13 años jubilado, le gusta contar a los nietos lo que conoció de aquel Barañain. “Es importante transmitir a las siguientes generaciones”.

Ha tenido contacto muy ameno con todos los alcaldes y concejales, mientras ha trabajado en el Ayuntamiento. Guarda todos los nombres desde el primero hasta el último, en 2008 cuando se jubiló.

Cita a tres secretarios municipales: Julio Aisa, Jesús Urriza y Teodoro Domeño.

Casi de memoria, finaliza la entrevista nombrando a Juan Bautista Agos, José Zubillaga, Jose Miguel Sanchez, Martín Orbara, Gregorio Clavero, Juan Felipe Calderón, Joaquín Olloqui, Iosu Senosiáin, Floren Luqui, Jose Antonio Mendive, Oihaneder Indakoetxea y María Lecumberri.

Juanjo Antoñanzas, historia viva de Barañain.

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