Javier de Miguel Sáenz

Profesor de historia jubilado. Indignado desde hace más de cuarenta años.

2019-04-11

Un 12 de abril

Hace ahora ochenta y ocho años, los españoles pasamos de súbditos a ciudadanos en unas elecciones que, diseñadas para controlar el fin de una dictadura que se descomponía, acabaron con una monarquía corrupta que había unido su destino a la dictadura de Primo de Rivera.

Sufrimos unos tiempos en los que nuestra derecha en sus diversas formas, vuelve al pasado y un día unos hablan de “la España de don Pelayo”( toma ya disparate histórico) y otros de “la España que realizó gestas sólo comparables al Imperio Romano”. Basura historiográfica franquista pura y dura que blanquea una dictadura cuyo referente histórico era la “España” de los Austrias, calificando como negativos la Ilustración y el siglo XIX.

Al mismo tiempo estamos sufriendo un sistemático ataque a la república, a su significado,

Lo hacen porque la bandera republicana no es ya sólo un símbolo de recuerdo o una aparición esporádica. La república, su bandera, el proyecto político que significa, comienza a ser ya una preocupación para nuestra oligarquía y sus peones políticos y mediáticos. Hace ya años que el CIS no pregunta por la monarquía. En decenas de universidades y barrios y pueblos se llevan a cabo referéndums sobre la monarquía con importante participación, eso sí, silenciados por los medios.

Conviene, por lo tanto, desprestigiar la república, deslegitimarla.

Especial énfasis están poniendo en la deslegitimación de la II República, negando la victoria de las fuerzas republicanas y aduciendo que no eran elecciones legislativas y por ello la República carecía de legitimidad de origen.

Vayamos a ello. Cuando señalan que no eran elecciones legislativas, tienen razón, sin embargo obvian que el gobierno dictatorial las había convocado para el 1 de marzo y ante la exigencia de la oposición de que fuesen constituyentes, las anuló, pasando a convocar unas municipales en el convencimiento de que eran más manejables por el mantenimiento en la España rural de un sistema caciquil que les garantizaba la victoria.

Debemos recordarles que ese gobierno era una dictadura fruto de un golpe militar, amparada por la monarquía y que gobernaba al margen de la Constitución.( tan constitucionalistas que dicen ser ahora).

Pues bien, las municipales las ganó la Conjunción Republicano Socialista. No vale hacer trampas equiparando el número de concejales de núcleos rurales con el de la España urbana. Sobre ello hay ya consenso historiográfico amplio. En Madrid se contaron 91.000 votos republicanos y 30.000 monárquicos.

Las candidaturas republicanas triunfaron en casi todas las capitales de provincia y en todos los núcleos industriales. La clase obrera y los dos millones de jornaleros sin tierra fueron el elemento clave para la victoria electoral.

Pero nos equivocamos si pensamos que la república vino como consecuencia de un triunfo electoral. No, el triunfo electoral fue consecuencia de una importante oleada de movilizaciones obreras y estudiantiles desde 1926. La república, antes y ahora, se organiza y se prepara.

Desde finales de 1929, el movimiento es ya imparable, si el 28 de septiembre tiene lugar el gigantesco mitin de la Plaza de toros de Madrid, en octubre hay huelga general en Bilbao y huelgas en Murcia, Logroño, Málaga y Sevilla. El entierro de cuatro obreros muertos en un derrumbe de una casa en construcción se convirtió en una gigantesca manifestación, reprimida con dos obreros asesinados por la fuerza pública, seguida de huelgas en solidaridad en otros puntos del país, en especial en Barcelona, con otros cuatro obreros asesinados.

Tras el fracaso del pronunciamiento de Jaca, a partir del día 15 la huelga es general en amplias zonas del país y el gobierno hizo llegar a la península dos Banderas del Tercio.

Enero vio cómo el gobierno cerraba las universidades ante la movilización estudiantil.

Fusilados de forma sumaria Galán y Hernández, en marzo se celebra el juicio contra otros setenta y tres militares, frente al que se levantó otra oleada de movilizaciones, 30.000 manifestantes en Valencia, obreros y jornaleros en Córdoba enfrentados a la Guardia Civil…

No fue, por tanto fácil, y los trabajadores pagaron su tributo de sangre. Sin esas movilizaciones parte de la burguesía ilustrada no habría optado por un enfrentamiento con la dictadura.

Enfrentados al reto de construir un proyecto político republicano, debemos saber que éste no se construirá si no sabemos ir organizando un movimiento político y social capaz de desembocar en una movilización. Deberíamos reflexionar sobre las consecuencias, hoy, de haber abandonado movilizaciones como las mareas, las Marchas de la Dignidad…, fiándolo todo a la confrontación electoral. Tras la desmovilización viene la derrota.

Pero mirando al pasado, si alguien hubiese dicho en la España de 1926 que cinco años después se proclamaría la república, habría sido tratado de iluso.

Y mientras, estos días de abril, la bandera republicana a nuestras calles ondeando libertad.

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