Eduardo Arocena

Estudiante y trabajador precarios. Indignado de sofá que decidió comprometerse y aportar su grano de arena. Espectador cada vez menos impasible de la vida.

2018-10-15

Servidumbres voluntarias

Trabajo. La otra cara de la misma moneda: capitalismo. La gente de los astilleros pide barcos, los mineros que no cierren las minas, los operarios de las automovilísticas que les asignen nuevos modelos o suban la producción… ¿Para qué? Para en última instancia, voluntaria o involuntariamente, seguir haciendo girar la rueda mercantilista que nos aboca al suicidio como especie, como si pudiésemos seguir con este ritmo consumista carente de sentido ad infinitum, como si los recursos del planeta fuesen ilimitados, perpetuando así la subyugación, el servilismo, las clases sociales, la esclavitud moderna.

Sometemos a un expolio inmisericorde a los países pobres y corruptos africanos y sudamericanos que poseen recursos naturales, enviamos estas materias primas al sudeste asiático por la mano de obra barata para que allí fabriquen los bienes de consumo que luego compramos en Europa y Norteamérica, y mandamos los deshechos de vuelta a África como si de un vertedero se tratase. O al mar, que parece que lo admite todo. O a la atmósfera. Y luego nos sorprende que el pescado contenga dosis nocivas de mercurio o microplásticos, o el calentamiento global, la desertización o la creciente escasez de agua potable. Se talan bosques tropicales para instalar plantaciones de soja y maíz con las que alimentar a un número creciente y absurdo de cabezas de ganado (recomiendo a este respecto el documental “Ámame encarnecidamente”). 

No sólo estamos reduciendo la biodiversidad animal y vegetal. Nosotros estamos provocando la sexta extinción masiva de especies. Todas las anteriores fueron causadas por desastres naturales. No nos damos cuenta de que el mundo no es nuestro, solo somos una más de las millones de especies que existieron, existen y existirán. Estamos de paso. La naturaleza se deshará de nosotros y comenzará de nuevo. Ni siquiera somos conscientes de una mínima parte de todas las interacciones que pueden producirse entre todos los productos químicos artificiales que creamos, entre sí y con todos los elementos químicos naturales que existen, o las consecuencias de la desaparición de una sola especie, como las abejas melíferas.

Trabajo, del latín tripalium, instrumento de tortura. Su alter ego, el tiempo libre, es elocuente, lo dice todo. Quiere decir que el resto del tiempo no somos libres, ¿no? Ay, como si fuésemos libres en algún momento... Cierto que somos más libres que hace cien años, libres de elegir quién o qué es nuestro amo y señor. Nos autoexplotamos individual y colectivamente. Todos debemos alguna servidumbre, ya sea consciente o no, en un mundo regido por la inmediatez, sin tiempo para observar con calma y perspectiva. Los árboles no nos dejan ver el bosque.

Maleducados para ser buenos consumidores, nuestro potencial es coartado desde pequeñitos, no vaya a ser que tengamos conciencia propia y pensamiento crítico al llegar a adultos. Y no te dejan alternativa, puesto que se han apropiado de todo, hasta del lenguaje. Porque ahora recorte se dice racionalización del gasto, privatización se pronuncia externalización o terciarización, y ahora el PSOE es de izquierdas. Jódete y baila. 

Y dicen que somos animales inteligentes.

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