Victor Moreno

Victor Moreno

Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.

2014-12-13

Ni insultar nos van a dejar

No sé qué nos va a pasar como nos prohíban insultar en los campos de fútbol. La única salida gratis que tenemos los mortales para desfogarnos nos la quieren taponar con manuales de buena educación. Quieren hacernos personas educadas contra la propia voluntad y contra el propio genoma. No sé cómo vamos a lograrlo.
El insulto que debería ser libre y gratuito no lo será a partir de los acontecimientos sucedidos en Madrid, antes del partido de fútbol entre el Coruña y el Atlético. Quien insulte lo pagará muy caro. Probablemente, apechugará con una suculenta multa y alguna temporada pasada en algún hotel con que la democracia regala a ciudadanos que tardan demasiado en arrepentirse.
Las consecuencias se prevén tremendas. El hecho de que millones de personas no puedan librarse de su agresividad gritando como energúmenos en un campo de fútbol acarreará conflictos muy graves en las relaciones. Muchas personas, en lugar de insultar verbalmente a futbolistas del equipo contrario, se verán en la penosa situación de hacerlo contra los propios familiares.
Habrá que estar atento a las estadísticas de lo criminal a partir del momento en que entre en vigor la cartilla de urbanidad para hinchas educados, valga el oxímoron. Será muy elocuente comprobar si el número de homicidios y asesinatos aumenta o, por el contrario, disminuye, cosa que, según los expertos en antropología de la violencia, sería un milagro y la primera vez que sucediera.
Pánico da imaginar cómo serán los próximos lunes en las distintas empresas del país, llenas de trabajadores que no han podido liberar sus belicosinas durante el fin de semana en un campo de fútbol. Si lo pensamos en clave conductista, cabe sospechar que el PIB bajará unos enteros. Lo que, si es una hipótesis más que probable, el gobierno debería pensarse la aplicación de su programa orwelliano.
Debería reconsiderar que tales tácticas contradicen su política de Estado, inimaginable sin el uso legal del uso de la violencia física y verbal. Es paradójico que este Estado sea quien exija a la ciudadanía rebajar su violencia.
No resulta muy comprensible perseguir ciudadanos que imitan tan ejemplarmente las mismas formas violentas que utiliza el Estado, amparado por la legalidad vigente y por la filosofía de Max Weber, que, como sabrá el lector, no fue ningún futbolista.
¡Larga vida a la hipocresía!

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