Pablo Idoate

Pablo Idoate

“Hablaremos de ese vicio saludable que no entiende de sexo ni edad. Ése que traspasa fronteras más allá de cultura y religión. Crea amistades, levanta pasiones y, además, es gratis. Consumiremos deporte. Dosis sin límites.”

2017-03-02

La belleza de un final

Todavía recuerdo con nitidez aquel viaje de vuelta de Madrid. Habíamos rozado el cielo con aquel cabezazo de Aloisi. Recuerdo el silencio del autobús. Un sentimiento agridulce se apoderó de todas aquellas gargantas que ya se imaginaban levantando el primer trofeo de su historia en la Plaza del Castillo. Habíamos pasado un día inolvidable en aquella carpa rojilla. Habíamos invadido Madrid. "No pasarán", nos decían. Y vaya si pasamos.

Y hoy, viendo un equipo irreconocible incapaz de ganar un partido, me acuerdo de aquel día y pienso en las vueltas que da la vida. Un día estás rozando el cielo y al otro hundido en el fango sin remedio. Desde aquel día hasta hoy han pasado casi 15 años, que no es poco. Mucho tiempo si se compara con la vuelta a la realidad que han sufrido los supporters del Liecester. De ganar una liga a coquetear seriamente con el descenso. Un final de sueño triste y quizás demasiado cruel.

Aún así, los finales tristes también pueden ser finales perfectos. Tal vez por eso en nada cambie el despido de Claudio Ranieri la bellísima historia que el entrenador y el Leicester protagonizaron el año pasado. Es desolador, cruel, odioso, pero ¿y qué? Conquistar la Premier fue tan heroico que, en el fondo, el equipo va a estar ganando aquel título durante décadas, seguramente más de las que pasemos celebrando ese gol de Aloisi. Será siempre un hecho del presente, con el que se podrían seguir abriendo los periódicos eternamente, y descorchando botellas los aficionados. Hay un tipo de relato que el tiempo no desgasta. Se vuelve un clásico.

En el fútbol moderno, por desgracia, se tiende a creer que todo tiene solución, y que si en algún momento algo falla basta cambiar una pieza, o las que sean, para restituir la normalidad. Es una cuestión mecánica, ajena a los sentimientos. No hay piezas importantes, sino sustituibles. Un entrenador o un jugador se reducen a componentes. No se admite que existan los dramas, y que hay que dejarlos fluir hasta que encuentran su salida natural. Para eso se requiere tiempo, comprensión, y no ser un hombre de negocios jugando a dirigir pasiones. Ciertas vocaciones están incapacitadas para entender que el fútbol es una suma imperfecta de drama, noche, desamor, milagro, luz, suerte, gloria y después drama otra vez.

Pero ve y dile a los dueños asiáticos del Liecester en busca de un sitio en el que poner el dinero, que no habría existido final más perfecto, aunque triste, que ese en el que Ranieri guía al club a la segunda división justo un año después de haber ganado la Premier. Sería una ruina económica, y también emocional, pero a la vez una historia de amor irrepetible, la de unos jugadores y su técnico que llegaron a lo más alto, donde nadie creía que llegarían, y después fueron cayendo lentamente, como una bolsa de plástico a merced del viento, pero sin dejar de decirse que se querían y que siempre estarían juntos.

Todos nos embarcamos en aventuras que no acaban. La realidad las doblega, o las abandonamos nosotros con nuestro desencanto. Pasa así desde hace siglos. La historia del fútbol está llena de técnicos despedidos en mitad de la nada, lejos del final. Fulminado como por un rayo, Ranieri representa otro nombre en esa lista. En su caso, con el agravante de que, meses antes, planeó el milagro que condujo al Leicester al título. Hizo historia, cuando lo normal es leer que la hacen otros, que se llaman Manchester United, Chelsea o Liverpool.

Nadie sabe qué ocurrirá en el futuro, nadie sabe si volveremos a rozar o quién sabe si tocar el cielo en forma de copa, si volveremos a conquistar Madrid. Difícil o impensable imaginarlo en situaciones como la actual. Pero no hay que afligirse. Aunque los ojos ya no puedan ver ese puro destello, la belleza en forma de cabezazo australiano subsistirá siempre en el recuerdo.

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