Victor Moreno

Victor Moreno

Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.

2015-05-25

Deberes escolares

He conocido muchos profesores que estaban en contra de poner deberes a su alumnado, pero los ponían.

El argumento más utilizado para justificar dicha contradicción consistía en que de este modo el alumnado dedicaba alguna hora de su tiempo libre al estudio y, por otro, le servía para repasar los conocimientos que se habían impartido en el aula.

La opinión de cierto sector de los padres también era importante y funcionaba como un imperativo social, y que se resolvía en una pregunta interrogativa de gran calado didáctico: “Pero, ¿qué profesores son estos que no ponen deberes?”.

Se entiende que este argumento valdría hace unos años, pero no ahora, cuando hay una televisión tan buena como la de hoy, tabletas tan bien dotadas de juegos polidiversos, vídeo consolas tan maravillosas. Se quiera o no se quiera reconocer, lo cierto es que estos artilugios han venido y como el dinosaurio de Monterroso siguen ahí, y con los que los niños de ahora ocupan su tiempo libre para descanso de sus estresados padres.

La desaparición drástica de los deberes sería un problema para muchos padres, pues ya se sabe que muchos de ellos si no exigen a sus niños que hagan los deberes, parece como si no se realizaran como progenitores y, al privarlos de esta decisión, tendrán la agria la sensación de haber perdido una baza importante para educar a sus retoños en la responsabilidad.

¿Qué decir a todo ello? Lamentando seriamente la situación en que muchos padres pueden quedarse si los deberes escolares desapareciesen de forma radical, he aquí un argumento para que se tranquilicen y valoren cómo la supresión de tales tareas les abre un inmenso espectáculo maravilloso para aprovechar dicho tiempo para dedicarlo a relacionarse con sus hijos de un modo tan intenso como generoso.

A fin de cuentas, el contacto de los niños con sus padres es el mejor sistema para aprender por ósmosis todo tipo de valores apetecibles.

Los deberes son aburridos, nada eficaces y, como efecto colateral, provocan rechazo al estudio. En cambio, una hora de relación con los padres sumerge a los niños en el país de las maravillas.

Los deberes son demasiados, no fomentan la autonomía y generan ansiedad y estrés. Todo lo contrario que una salida a la ciudad en compañía de los papás.

Los deberes producen enfrentamientos continuos entre padres e hijos. Lo que bien mirado no merecen tal reconocimiento. Si los deberes alejan a los padres de los hijos, o viceversa, no pueden ser buena idea.

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